jueves, 4 de marzo de 2010

miércoles, 3 de marzo de 2010

Epícuro

Tampoco la muerte es temible. Mientras nosotros somos, ella no es, y cuando ella es nosotros dejamos de ser. ¿Miedo al dolor? Es el miedo al dolor el que más duele, pero no hay nada más placentero que el placer cuando el dolor se va. ¿Y el miedo al fracaso? ¿Qué fracaso? Nada es suficiente, para quien lo suficiente es poco, pero ¿qué gloria podría compararse al goce de charlas con los amigos en una tarde de sol? ¿Qué poder puede tanto como la necesidad que nos empuja a amar, a comer, a beber? Hagamos dichosa, la inevitable mortalidad de la vida.

Ahora escribo pájaros.


No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas,
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez,
sea eso un árbol.

O tal vez
el amor

Ni un paso atrás. Ni para tomar impulso.

el-ar-te-de-di-bu-jar-te


















Una mujer contempla, a la luz del fuego, el perfil de su amante dormido.
En la pared, se refleja la sombra.
El amante, que yace a su lado, se irá. Al amanecer, se irá a la guerra, se irá a la muerte.
Y también, la sombra, su compañera de viaje se irá y con él morirá.
Es noche todavía. La mujer recoge un tizón entre las brazas y dibuja, en la pared, el contorno de la sombra.
Esos trazos no se irán, no la abrazarán, y ella lo sabe, pero no se irán.